Tarde de llovizna gris, pero el sol está en ti. Hundido en tu regazo. Tejes y tus manos son dos lirios al amor, reposo en tu cansancio. Ven, te quiero ver andar, silencioso y frutal. Adagio de la espera. Ven que el tiempo es de los dos y por gracia tendremos primavera. Si eres pan que floreció en la mesa del amor y el vino de tu sangre es savia. Si tu aliento en el cristal, es cielo abierto al sol, la luz en tu regazo canta. Ven que este tiempo es de los dos y es gracia por nuestro amor

9.7.10

Sentimientos

Siempre pensé, que a medida que pasaran los años, el hombre (o al menos una persona como yo) llegaría a dominar y manejar los sentimientos y los estados de ánimo de cada día, de cada hora, de cada minuto de la vida.
Siempre creí que el hombre madura a medida que va pudiendo controlar sus emociones y la mente era el gran director de esa compleja orquesta que es un todo, desde los pelos hasta las uñas de los pies.

Hoy, a mi edad, reconozco que no lo logré, y sigo obedeciendo los requerimientos de todos y cada uno de mis órganos: mi corazón, mis tripas, mis riñones y a todas las sensaciones que me producen, hasta el más enquencle de mis glóbulos, en una palabra:
soy un esclavo de mí mismo,
y lo peor es que no me puedo sustraer, aún negándome, a tal dictamen.

Quizá sea porque soy el producto de un tiempo que no pasa, pero que obligadamente yo, paso por él, desconcertado a veces, lastimado y lamiendo mis heridas, las viejas y las nuevas, las heridas que la vida pone en la vereda de enfrente y uno, inexorablemente cruza la calle del "son mías" y cuando ya no tiene en el cuerpo y en el alma donde ponerlas, las mete en los bolsillos por "si mañana me quedo sin ninguna".
Eso soy, creo que eso soy.
Simplemente un "coso" acostumbrado a estas cosas.
Prólogo, José Larralde

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