Las cosas no estaban bien, no encontraba el camino para llegar a algún lado, no tenía claro de dónde debía llegar, no tenía bandera de largada. Supuestamente la luz verde nunca se daría. Estaba en una prisión, de cuatro paredes, hechas de cristales, para poder ver lo que hay del otro lado. Los vidrios se empañaban por su propia respiración, su propio impulso. ¿Qué iba a pasar cuándo no pudiera ver nada más? ¿Tendría que continuar a ciegas, tanteando? ¿O plantarse ahí, siempre en el mismo lugar?
Bien dice una frase:
Soy la única pasajera de un tren que va desierto. Un vagón colmado de recuerdos, que llega a los confines de la memoria. Última estación: tu corazón. Allí el vagón descargará todo lo malo que dejaste en mí. Te lo vas a quedar, lo vas a ver y reveer. Mientras que yo, marcharé feliz o por lo menos con una cierta tranquilidad de haber realizado en parte mi cometido de olvidarte. Si te dejo mis malos recuerdos, será un buen paso para olvidar la peor parte de vos. Me quedaré con los buenos, hasta que por más que no quiera; olvidaré hasta la más insignificante señal de que alguna vez formaste parte de lo vivido. Te transfomarás en el olvido, sin más ni más."La idiotez parece ser moneda fuerte. Tal vez porque de idiotas se nutre la maldad. Se impone sobre el bien"
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