Tarde de llovizna gris, pero el sol está en ti. Hundido en tu regazo. Tejes y tus manos son dos lirios al amor, reposo en tu cansancio. Ven, te quiero ver andar, silencioso y frutal. Adagio de la espera. Ven que el tiempo es de los dos y por gracia tendremos primavera. Si eres pan que floreció en la mesa del amor y el vino de tu sangre es savia. Si tu aliento en el cristal, es cielo abierto al sol, la luz en tu regazo canta. Ven que este tiempo es de los dos y es gracia por nuestro amor

16.7.15

Notas mediocres


Hace poco que me mudé a la ciudad. Vengo de un pueblo que está muy lejos. Decidí probar suerte en otro lado simplemente porque la monotonía de mi pueblo me abrumaba. Solía pasar el rato entre la escuela, el trabajo con mi padre y el bar. Siempre la misma rutina. En la escuela pasaba ahí. A mi padre lo pasaba mucho menos. Y el bar me ayudaba a pasar la mayoría del tiempo: esa rutina absurda y sin sentido.
Mi madre quería que fuera presidente o gobernador. Esas cosas que dan poder y un nombre respetable. Yo no quería nada de eso y estoy seguro que hasta el momento que me abandonó para descansar en un hueco de tierra nunca perdonó que fuera un holgazán. Pero me quería, yo era su pequeño. El ser más importante para ella, por el cuál pelearía con uñas y dientes. Y así fue, hasta el último momento. Jamás voy a perdonarme haberle quitado sus últimas horas mientras caminaba a la comisaría a velar por mi cuidado y tratar de sacarme de allí. El corazón le falló. Aunque yo se que en realidad le mató la tristeza y la resignación de que su hijo fuera un don nadie entregado a una vida mediocre.
Mi padre. Qué decir de mi padre. Es una persona fría. No demuestra muchos sentimientos y desde el momento en que mi madre nos dejó se ha encerrado en sí mismo. Y no ha permitido que nadie abriera esa puerta. Mucho menos yo. Siempre creyó que mamá murió por mi culpa. Lo sé porque eso fue lo que vociferó en el momento que me presenté en la casa funeraria donde daban un último adiós a la única que me entendió alguna vez.
Mi infancia siempre fue muy problemática. Odiaba a muchas personas. A mis compañeros de clase, mis maestras, mis amigos del barrio y a mi padre. Fui un incomprendido. Nadie nunca me preguntó cómo me sentía o por qué hacía las cosas que hacía. Sólo mamá. Y creo que por ella no me echaron de la escuela.
En mi adolescencia conocí ciertos vicios de los cuales me arrepiento. Me dejé llevar por las drogas y el alcohol. Bebía la mayor parte del tiempo. El bar era mi segundo hogar. No tenía amigos excepto una fría botella de cerveza o en ocasiones algún trago más varonil y costoso. Siempre bebía sólo y pasaba allí la mayoría de las noches. De día también bebía, no voy a negarlo. También consumía. Lo que estuviera a mano. Admito que en ese terreno hice algunos amigos más. Es un juego que no puede jugarse sólo porque se necesitan contactos de confianza, o hasta ahí. Se necesita el tipo que te consiga la pasta. El juego terminó cuando levanté la mano a mi madre e intenté pegarle. En realidad no era lo que quería, sólo quería decirle que no interfiriera en mi vida. Accedí, entre sollozos suyos, internarme en una clínica de rehabilitación. Ya no consumo drogas, pero el alcohol sigue siendo siempre un buen consuelo desde que mamá se fue.
Trabajar con papá fue difícil. Siempre insistió en que no sirvo para nada. Tal vez sea verdad pero realmente no me importa. No voy a creer los dichos de alguien que se ha enojado con la vida. ¿Suicidio? Sería un mentiroso si dijera que no se me ha ocurrido alguna vez. Pero desistí por temor de no saber qué voy a encontrar del otro lado. Supongo que sea lo que sea, me ultimará cuando sea necesario, no voy a ahorrarle el trabajo a nadie.
No soy creyente. Ni cristiano, evangelista, protestante ni santo de los últimos días. Soy sólo una persona que a veces piensa demasiado. ¿Qué si hay algo más poderoso que nosotros? Probablemente. Hay una máquina de desigualdad y marginalidad que tiende los hilos sobre nosotros todo el tiempo. Algunos le dicen Dios, le lloran y rezan para conseguir trabajo, para curar sus enfermedades, o para que sus hijos sean presidentes o personas cuyo nombre sea respetable. Lo que no saben es que si naciste en cuna de lata no tendrán el mismo futuro que el que nace en cuna de oro. Pero bueno, prefieren llamarle 'Dios'.
¿Por qué me fui? Más o menos ya lo conté al principio. Busco un cambio de aire. Tal vez no consiga todo lo que quiera o todo lo que necesite para estar bien económicamente hablando. Pero soy feliz con mi guitarra y mi lata de cerveza en el balcón de este hotel de pocas estrellas. Me siento como siempre fui: libre. Y ya nada me importa. Tal vez no fui presidente ni gobernador pero se que se soy el rey de mi propia vida, por más mediocre que esta sea.


No hay comentarios:

Publicar un comentario