Tarde de llovizna gris, pero el sol está en ti. Hundido en tu regazo. Tejes y tus manos son dos lirios al amor, reposo en tu cansancio. Ven, te quiero ver andar, silencioso y frutal. Adagio de la espera. Ven que el tiempo es de los dos y por gracia tendremos primavera. Si eres pan que floreció en la mesa del amor y el vino de tu sangre es savia. Si tu aliento en el cristal, es cielo abierto al sol, la luz en tu regazo canta. Ven que este tiempo es de los dos y es gracia por nuestro amor

17.4.11

Tim

 Mara conocía a Tim desde no saber cuándo. Tenía los primeros recuerdos de la vida con la imagen de Tim. Empezó a hacerse vívido desde los comienzos, desde su temprana existencia. Su mamá le decía que Tim conocía a Mara desde el día de su nacimiento, pero ella no lo recordaba bien, obviamente por la corta edad. Era tan sólo una bebé.
 Mara hoy tiene 17 años, es una muchachita alegre y juvenil. Ama leer, escuchar buena música y es hasta el día de hoy que aguarda la llegada de su príncipe azul, todos ellos galanes de cine y tevé. Mara lleva ya unos 13 años de conocer a través de su memoria a Tim. Pero según la teoría de su madre, se conocen hace 17 años. 
 Tim es ya un hombre entrado en años, con unas pocas canas a cuestas, es una persona que a simple vista se asemeja a una roca. No sólo por su contextura física, sino por la rudeza y frialdad que existe en su corazón. Una piedra debe tener más carisma que Tim.

 La relación que une a Mara y a Tim, es en verdad extraña. Nunca entre ellos hubo un 'te amo', nunca hubo ni siquiera un 'te quiero', jamás un abrazo, jamás un saludo, jamás un saludo de las buenas noches, jamás una charla. Y eso pesaba en el corazón de Mara, porque ella si lo amaba, si lo quería, si lo abrazaría, si lo besaría y se sentiría de mil maravillas entablando una conversación con Tim. 
 Llegó al punto que Tim ni siquiera le dirigía la palabra a Mara, y eso provocaba que todas las noches bañara la almohada con sus lágrimas, y siempre lamentándose, y siempre echándose la culpa de que todo lo que pasaba era por sus faltas, por amar a una piedra.
 Mara siempre hizo de lo imposible, posible; para tratar de remediar esta situación. Siempre buscaba temas de conversación. Siempre buscaba ese cariño que tanto anhelaba, pero Tim parecía no entender las indirectas que Mara proponía. Ni siquiera se inmutaba en su presencia, para Tim, Mara era una cosa sin importancia.
  Él nunca se preocupó por el por qué de sus ojos brotaban lágrimas, o por qué estaba refunfuñada con ella misma, por qué no sonreía. Nunca se emocionó por sus logros, que eran muchos y nunca se preocupó por ayudarle a solucionar sus defectos. Para Tim, Mara no era nadie.
 Tim tenía la estúpida idea de creer que las demostraciones de su amor se basaban en trabajar y trabajar, pero no entendía que Mara prefería morir de hambre por días con tal de que Tim le dijera lo mucho que la quería y la valoraba como persona. 
 Para Mara, Tim era una especie de héroe. Una persona invencible e incansable. Pero Tim siempre era un ideal muy alejado de lo que ella buscaba ver. Tim nunca fue el Tim de sus sueños, aquel que la llevara a pasear, que le regalara flores, que le contara cuentos, que fuera el Rey y ella su princesa, que le dijera lo linda que era y lo mucho que la quería. Pero Tim era trabajar y trabajar. 
 La niñez de Mara estuvo marcada por eso, por la desilusión que Tim provocaba en su corazón y por la falta de comprensión que él le regalaba. Mara no entendía qué era lo que hacía mal. Si era una buena persona, que no le traía problemas, ¿por qué Tim no era capaz de darle una mísera prueba de su afecto?
 Frente a otras personas, Tim era todo lo que Mara quería y esa falsedad partía en mil pedacitos su corazón, todas aquellas expresiones la ofuscaban : "¿No es una persona excepcional Tim? Debe tratar así a todo el mundo" y Tim exhibía una sonrisa cálida de vitrina mientras que se alimentaba el resentimiento en el interior de Mara.
 Poco a poco aprendió que tras miles de intentos, jamás recibiría lo que ella buscaba. Asi fue que Mara se hizo una coraza donde ya nadie podría entrar, sobretodo Tim. Él ya no vería sus sentimientos, porque había escogido otra cosa, y eso no le parecía correcto a Mara.
 Fue deshaciéndose de la idea de intentarlo y se dejó caer en la indiferencia. La presencia de Tim le parecía de tan poca importancia que ya le daba lo mismo que estuviera cerca o lejos. Sus chistes no les daba ninguna gracia y ante un atisbo de palabra de parte de Tim, Mara contestaba con un rostro serio y falto de sentimiento.


 Dejaron de verse, por completo, y Mara se sentía ahora mejor, porque había entendido que Tim era un caso perdido y la joven se había cansado de intentar.

 La indiferencia y la falta de amor, se tornaron lentamente en odio. Estar cerca de Tim le provocaba recelo y le crispaban los nervios, a tal punto que debía alejarse para no romper ese tratado de frialdad que había firmado secretamente con Tim, pero que él no lo sabía.
 Se podía decir que Mara ya no amaba Tim, y que él tampoco la amaba o le parecía indiferente. Por lo tanto jamás podrían llegar a entenderse. Mara y Tim, jamás serían algo ni siquiera se arrimarían a ser una familia.






Tim era un padre desinteresado y Mara una hija que se había desinteresado a la fuerza.

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