Tarde de llovizna gris, pero el sol está en ti. Hundido en tu regazo. Tejes y tus manos son dos lirios al amor, reposo en tu cansancio. Ven, te quiero ver andar, silencioso y frutal. Adagio de la espera. Ven que el tiempo es de los dos y por gracia tendremos primavera. Si eres pan que floreció en la mesa del amor y el vino de tu sangre es savia. Si tu aliento en el cristal, es cielo abierto al sol, la luz en tu regazo canta. Ven que este tiempo es de los dos y es gracia por nuestro amor

22.7.11

Fragmento: "El Obelisco Negro" de Erich Maria Remarque

"-¡Ah Rudolf!- exclama en voz repentinamente honda y blanda-. Nada es falso.
-¿No?
-Claro que no. Lo falso y lo verdadero lo conoce tan sólo Dios. Si hay Dios, no hay más falsedad ni verdad. Todo es Dios. Falso sería tan sólo si estuviera fuera de él. Pero si algo pudiera estar fuera de él o contra él, no sería más que un Dios restringido. Y un Dios restringido no es Dios. Así, todo es verdad o no hay Dios. Mira qué fácil es.

 La miro sorprendido. Lo que dice suena verdaderamente simple y luminoso.
-¿Entonces no hay diablo y no hay infierno? ¿O si los hubiera no habría Dios?
Isabel asiente.
-Naturalmente que no, Rudolf. Poseemos tantas palabras... ¿quién las ha inventado?
-Hombres confundidos- respondo.
 Ella sacude la cabeza y señala la capilla.
-¡Los de allí! Y allí lo han aprisionado- cuchichea-. No puede salir. Querría salir. Pero lo han clavado en la cruz.
-¿Quién?
-Los sacerdotes. Lo tienen fijo.
-Otros sacerdotes- contesto-. Los de hace dos mil años. No éstos.
 Se apoya en mí.
-Siempre los mismos, Rudolf- susurra muy junto a mí- Querría salir, pero ellos lo tienen preso. Sangra y sangra y quiere bajar de la cruz. Pero ellos no lo dejan. Lo mantienen firme en la prisión de las altas torres y le dan incienso y oraciones y no lo dejan salir. ¿Sabes por qué?
 -No.
Cuelga la luna ahora pálidamente sobre los bosques.
-Porque es muy rico- me cuchichea-. Es muy rico. Y ellos quieren conservar su riqueza. Si saliera, la recobraría y todos ellos se quedarían pobres. Es como uno de los que encierran aquí arriba: otros se apoderan de su caudal y con él hacen lo que quieren y viven como ricos. Todos los que lo aprovechan y viven de Él. Dicen que eran buenos. Pero causan mucho mal. El que es simplemente malo poco puede hacer. Uno lo ve y se cuida. ¡Pero los buenos! ¡Lo que hacen! ¡Ah!, son sangrientos.
-Lo son- le contesto, notablemente conmovido por la voz susurrante en la oscuridad-. Han hecho espantoso mal. El que es justo es implacable.
-No vayas más allí, Rudolf- continúa cuchicheando-. Deberían dejarlo libre al que está en la cruz. Podría entonces él alguna vez reír y dormir y danzar.
-¿Lo crees tú?
-Cualquiera lo podría, Rudolf. Deberían dejarlo. Pero es demasiado peligroso para ellos. No es como ellos. Es el más peligroso de todos. Es el Buenísimo.
-¿Y por eso lo mantienen aferrado?
 Isabel asiente. Siento su aliento en el rostro.
-Si no tendrían que volver a clavarlo en la cruz.
-Sí- respondo-. Bien lo creo. Volverían a matarlo. Los mismos que le rezan hoy. Lo matarían como se ha matado a tantos y tantos en su nombre. En nombre de la justicia y del amor al prójimo.
 Isabel se estremece.
-No vayas más allí- y señala la capilla-. Dicen siempre que hay que sufrir. Las hermanas de negro, ¿por qué, Rudolf?
 No le contesto.
-¿Quién hace que tengamos que sufrir?- pregunta y se aprieta contra mí.
-Dios- le contesto amargado-. Si lo hay. Dios, que nos ha creado.
-¿Y quién castiga a Dios por ello?
-¿Cómo?
-¿Quién castiga a Dios por hacernos sufrir? Aquí, entre los hombres, ponen presos o ahorcan al que hace eso. ¿Quién ahorca a Dios?
-No he pensado en eso. Se lo voy a preguntar al vicario Bodendiek [...]"

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